Si retrocedemos hace miles de años, nos damos cuenta de que nuestra forma de vivir ha cambiado mucho. De ser seres recolectores y cazadores, posteriormente a trabajadores del campo y domesticando animales por el consumo propio, más adelante con trabajos duros y activos en las fábricas, hasta el día de hoy que mayoritariamente lo tenemos todo al alcance a golpe de coche y pasamos, de forma general, horas sentados en nuestros puestos de trabajo.
Pero los científicos certifican que algo no ha cambiado: nuestra fisiología. Es decir, tenemos el cuerpo preparado para estar en movimiento continuado para sobrevivir. Por tanto la evolución social ha sido mucho más rápida que la adaptación biológica de nuestro cuerpo.
Esto sumado a que antiguamente acceder a una gran cantidad de alimentos no era fácil, por tanto la ingesta calórica era bastante inferior a la actual y el día a día de las personas era muy activo, podemos entender que la situación ha cambiado muchísimo y de ahí la gran importancia de mantenerse activo dentro del ritmo social y vital que tenemos actualmente.
Para poder estar saludable, el cuerpo necesita actividad física, una reducción importante de las calorías que ingerimos y un buen descanso. Pero, ¿cómo lo logramos todo esto con el ritmo de vida que llevamos?
Aunque estos tres pilares deberían pasar por delante de otras muchas prioridades y es primordial adquirir hábitos saludables para poder disfrutar de salud, tener la energía suficiente para compaginar trabajo, familia, obligaciones sociales, etc. Somos conscientes de que no resulta fácil encontrar el equilibrio y romper con los hábitos que tenemos actualmente.
De modo que vamos a ver diferentes opciones e ideas que nos pueden ayudar a añadir actividad física en nuestro día a día intentando no interferir demasiado en nuestros horarios:
- Dejemos de utilizar los ascensores. Si cada día subimos y bajamos por las escaleras en lugar de pulsar un botón, quedarnos quietos delante del espejo y salir, por pocas escaleras que sean, ya estamos sumando unos pasos más.
- Vamos al trabajo a pie o en bici. A menudo, no es fácil conseguir, la logística no lo facilita. Quizás podemos aparcar un poco más lejos y caminar 5 o 10 minutos de ida y vuelta o bajar unas paradas antes del transporte público. Nos supone marchar un poco antes de casa, pero ¿de verdad que no podemos conseguir 10 minutos por la mañana y 10 por la tarde? ¿Pensamos, estos minutos, los estamos usando con algo que puede cambiar?
- Los expertos recomiendan que nos levantemos de la silla cada hora y media, caminemos un poco y hagamos movilidad. Vamos a buscar agua, un café; en lugar de enviar un correo a un compañero, quizás le podemos ir a decir; caminamos hasta el lavabo, etc.
- Sería ideal iniciar algún tipo de actividad física. La que más nos guste y nos encaje mejor en nuestro día a día: apuntarnos a un gimnasio –actualmente realizan muchísimas actividades dirigidas pensadas para todos los intereses–; apuntémonos a un torneo de pádel o de fútbol sala; vamos a nadar; salimos a andar con el perro, con amigos o solos; damos clases de yoga… Las opciones son infinitas y no hace falta que pasemos de nada al todo, podemos empezar introduciendo un día de actividad física y, con el tiempo, ir aumentando.
- Podemos aprovechar los ratos que nuestros hijos están realizando extraescolares para introducir algunas de las actividades que se comentan en el punto 4.
Sin lugar a dudas, no es fácil encontrar el momento, las jornadas nos tragan pero también vale la pena analizarse uno mismo y ser muy sincero y ver si existe la posibilidad de hacer un cambio de prioridades. Seguramente alguna de las cosas que hacemos durante nuestro día se pueden modificar un poco para albergar estos hábitos que serán la clave de nuestra salud presente y, sobre todo, futura.
¿Nos ponemos?
Anna Comet
Deportista, periodista y miembro del J2 F2 Outdoor Team